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Obediencia

*** w86 15/11 pág. 28 ¿Busca usted al compañero de su vida? ***
‘Pero mi pretendiente ha empezado a estudiar la Biblia y asiste a las reuniones cristianas’, quizás diga alguien. Sí, pero ¿por qué está estudiando esa persona? ¿Para conseguir un cónyuge, o para aprender acerca de Jehová Dios y servirle? Durante el noviazgo, pudiera haber dudas en cuanto a sus motivos. ¿Qué descubrirá usted después del día de bodas? Por supuesto, usted quizás espere hasta que su pretendiente se bautice y entonces fije la fecha de las bodas muy poco tiempo después de eso. Considerando estrictamente la situación, usted ‘se está casando en el Señor’. Pero ¿está obrando en armonía con el espíritu de ese consejo?
¿Ha notado cuándo se recomienda a un hermano para ciertos privilegios de servicio? ¿Basta con que esté bautizado? No; más bien ‘primero se prueba en cuanto a aptitud’ a ese hermano. (1 Timoteo 3:10.) ¿Podemos aprender una lección de eso? Sí. Deténgase, mire y escuche. Deténgase y piense en lo serio del matrimonio. No mire a la persona con ojos cegados por el enamoramiento, sino objetivamente. Y escuche, también. ¿Habla él (o ella) desde el corazón, con expresiones amorosas de alabanza a Dios? ¿Ha dado prueba de desarrollo cristiano a través de un buen espacio de tiempo? El tiempo para empezar a considerar a la persona como un posible compañero para toda la vida sería después que hubiera demostrado su fidelidad y espiritualidad. Como sabiamente dijo un poeta:
“No solo debes casarte
con persona de valía,
también debes esperar
y hacerlo en el mejor día”.


*** w00 15/4 págs. 19-20 ¿Nos estamos recomendando al prójimo? ***
Como futuro cónyuge
Pongamos por caso el asunto del matrimonio. Este es un don de Jehová Dios, aquel “a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre” (Efesios 3:15). Quizá deseemos casarnos algún día. Si así es, ¿hasta qué grado nos estamos recomendando como futuros cónyuges? ¿Qué reputación nos hemos labrado como solteros o solteras cristianos?
En algunos países, este asunto preocupa mucho a las familias. En Ghana, por ejemplo, la tradición estipula que la pareja informe a los padres sobre su deseo de casarse. Estos, a su vez, lo comunican a los parientes. La familia del varón indaga en el vecindario la reputación que tiene la mujer. Cuando los padres se convencen de la idoneidad de esta, ponen en conocimiento de su familia que su hijo desea casarse con ella. Antes de aprobar el matrimonio, los parientes de la mujer averiguan del mismo modo la reputación del hombre. Por ello, un adagio de Ghana dice: “Pregunta a quienes saben antes de casarte”.
¿Y qué decir del mundo occidental, donde normalmente se permite la libre elección de cónyuge? Aun en esos países es prudente que los cristianos maduros pidan la recomendación franca de aquellos que conocen bien a la persona con la que quieren casarse, como por ejemplo, los padres o algún amigo maduro. Según el libro El secreto de la felicidad familiar, la joven podría preguntarse: “‘¿Qué reputación tiene este hombre? ¿Quiénes son sus amigos? ¿Tiene autodominio? ¿Cómo trata a las personas mayores? ¿De qué clase de familia procede? ¿Cómo se lleva con sus familiares? ¿Qué actitud tiene con referencia al dinero? ¿Abusa de las bebidas alcohólicas? ¿Tiene mal genio o es incluso violento? ¿Qué responsabilidades tiene en la congregación, y cómo cumple con ellas? ¿Podría respetarlo profundamente?’ (Levítico 19:32; Proverbios 22:29; 31:23; Efesios 5:3-5, 33; 1 Timoteo 5:8; 6:10; Tito 2:6, 7)”.
De igual modo, el varón debe informarse sobre la cristiana en la que se fija como posible compañera. Según la Biblia, Boaz se interesó por los antecedentes de Rut, la mujer con la que más tarde se desposó. Cuando Rut preguntó: “¿A qué se debe que yo haya hallado favor a tus ojos de modo que te fijes en mí, cuando soy extranjera?”, Boaz respondió: “Se me hizo un informe completo de todo lo que has hecho” (Rut 2:10-12). En efecto, Boaz no solo observó personalmente la lealtad, dedicación y laboriosidad de Rut, sino que también recibió comentarios favorables de los demás.
Así mismo, nuestra conducta es un factor que influye en que los demás nos tengan en cuenta al buscar un cónyuge adecuado. ¿Cómo nos estamos recomendando a este respecto?


*** g88 8/2 págs. 19-20 ¿Cómo puedo evitar un desengaño amoroso? ***
No te precipites
De todas formas, el tener la suficiente edad no te hace inmune al desengaño amoroso. En su libro Love Lives (El amor vive), Carol Botwin señala cómo, algunas veces, incluso los adultos caen en trampas románticas: “Se precipitan en las relaciones. [...] Quieren comprometerse demasiado deprisa”. El dar tu corazón a alguien a quien apenas conoces es una manera segura de sufrir un desengaño.
“Ustedes miran las cosas según su valor aparente”, dijo el apóstol Pablo a los cristianos de Corinto. (2 Corintios 10:7.) No cometas un error similar enamorándote tan solo por la apariencia física. Primero trata de averiguar qué clase de persona es. Si las circunstancias no se prestan para que, guardando las distancias, te familiarices con la persona en quien te has interesado, puedes determinar con discreción si tiene una buena reputación.
La Biblia dice que las obras de una esposa capaz la ‘alabarían aun en las puertas’. (Proverbios 31:31.) De manera similar, puedes esperar que un buen cristiano o una buena cristiana tenga una excelente reputación. Si tiene un registro dudoso, quizás por haber mantenido relaciones con varias personas y haber cortado cuando las cosas se ponían serias, ¡ten cuidado! Muy bien pudieran ser tus sentimientos los próximos perjudicados.
Habla la verdad
Aun cuando la reputación de alguien parezca buena y el interés sea mutuo, todavía es prematuro empezar a planear la boda. Un examen más de cerca de esta persona bien pudiera revelar serios defectos de personalidad o debilidades espirituales. ¿De qué manera puedes saber, entonces, cómo es en realidad esa persona? Aunque no hay nada malo en participar en actividades recreativas juntos, el noviazgo cumple mejor su propósito cuando también se mantienen conversaciones sobre temas serios. (Compárese con Proverbios 15:22.)
¿Cuáles son tus metas? ¿Cuáles tus intereses? ¿Y tus puntos de vista sobre tener hijos o presupuestar el dinero? Es de máxima importancia que ‘hables la verdad con la otra persona’, sin distorsionarla por temor a perderla. (Efesios 4:25.) De cualquier modo, más tarde o más temprano saldrá a la luz lo que verdaderamente eres. Y te irá mejor si la otra persona sabe quién eres en realidad y lo que quieres de la vida antes de empezar una relación que probablemente termine en desilusión o en un matrimonio desgraciado.
Pero ¿y si la otra persona da una falsa imagen de sí misma para mantener la relación? La Biblia advierte: “Cualquiera que es inexperto pone fe en toda palabra, pero el sagaz considera sus pasos”. (Proverbios 14:15.) Eso no significa que deberías ser demasiado suspicaz, pero lo razonable es intentar determinar personalmente si las acciones de esa persona hablan con tanta fuerza como sus palabras.
Su posición con respecto a cuestiones importantes es algo que debe determinarse desde el principio, no más tarde, cuando ya se hayan despertado los sentimientos de afecto. Por ejemplo: Steve estaba buscando un cónyuge que compartiera su devoción por el ministerio cristiano. Pronto se interesó en una muchacha a la que veía muy atractiva. Él recuerda: “Pero entonces empecé a darme cuenta de que ella no tenía ninguna meta, y no era muy activa como cristiana”. Steve sabiamente dio por terminada la relación.
No acercarse demasiado
Esto pone de relieve otro aspecto importante para evitar el desengaño amoroso. Judy lo explica de esta manera: “He aprendido de anteriores experiencias que es muy fácil tomarse afecto. Algunas veces permites que la otra persona intime demasiado, y aun cuando te das cuenta de que no existe verdadero amor entre ambos, le has tomado tanto afecto que temes causarle daño”.
La muchacha sulamita de tiempos bíblicos era muy consciente de la fuerza de las emociones románticas desenfrenadas. De modo que cuando la cortejó el poderoso rey Salomón, ella les dijo a sus compañeras ‘que no trataran de despertar ni excitar amor en ella sino hasta que este se sintiera inclinado’. (Cantar de los Cantares 2:7.) De igual modo, sería prudente que, al empezar a conocer a alguien, mantuvieses bien controlados tus sentimientos.
Esto implicaría evitar expresiones prematuras o inadecuadas de afecto. “¿Puede un hombre recoger fuego en el seno sin que se le quemen las mismas prendas de vestir?”, preguntó Salomón. (Proverbios 6:27.) El besarse o cogerse de la mano desde el principio de una relación es contraproducente. Estas acciones no solamente pueden despertar deseos sexuales inmorales, sino también afectar al buen juicio y la objetividad. Es difícil ser objetivo al juzgar a alguien si tus pasiones te ciegan. Además, los despliegues apasionados de afecto solo empeoran el dolor de separarse si la relación no resulta.
Cuando por fin Judy empezó a salir con un joven, ella procuró que la relación se desarrollara de manera gradual, guardando las distancias hasta que estuvo razonablemente segura de que ese era el hombre con el que quería casarse. “Entonces supe que era el momento de dejar que mis sentimientos hacia él tomaran forma”, dice ella.
El noviazgo tanto puede producir felicidad como sufrimiento. La manera de llevar tu noviazgo va a afectar notablemente su resultado. Es verdad que no hay forma de garantizar el éxito de una relación. Incluso después de tomar todas las precauciones, aún puede producirse un desengaño. Sin embargo, si sales con alguien del sexo opuesto únicamente cuando estás preparado para el matrimonio, si mantienes controladas tus emociones y ejerces la debida precaución, puedes hacer mucho para minimizar la posibilidad de sufrir un desengaño amoroso y potenciar la probabilidad de que el noviazgo resulte en un matrimonio feliz.


*** yp1 cap. 30 pág. 213 ¿De veras estamos listos para casarnos? ***
FANTASÍA  “Nos amamos, y con eso basta.”
Realidad: El amor no pagará tus facturas ni te librará de los problemas económicos. Según los investigadores, el dinero es una de las principales causas de fricción en las parejas y puede llevarlas al divorcio. Una opinión poco equilibrada del dinero puede provocar mucho daño espiritual y emocional, además de afectar la relación con el cónyuge (1 Timoteo 6:9, 10). En resumen, no esperes a casarte para empezar a hablar de cómo administrar el dinero.
Consejo bíblico: “¿Quién de ustedes que quiere edificar una torre no se sienta primero y calcula los gastos[?]” (Lucas 14:28).
Sugerencia: Trata de ponerte de acuerdo con tu futuro cónyuge sobre cuestiones económicas cuanto antes (Proverbios 13:10). Analicen como pareja las siguientes preguntas: ¿Qué ingresos tendrán? ¿Cuáles serán sus gastos? ¿Abrirán una cuenta común, o mantendrán cuentas separadas? ¿Cuál de los dos puede llevar mejor las cuentas y pagar las facturas? ¿Cuál es la cantidad límite que cada uno podrá gastar sin consultar al otro? Lo mejor es empezar a trabajar ya como equipo (Eclesiastés 4:9, 10).



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